martes, 6 de enero de 2015

LA GESTA DEL 27 DE FEBRERO. IDENTIDAD Y DOMINICANIDAD

Carlos Andújar Persinal, 2012
La dominicanidad como un constructo socio-histórico y cultural
La Dominicanidad que es un constructo histórico, social y cultural tiene sus antecedentes en el proceso de constitución de la identidad cultural de un conglomerado de hombres y mujeres de distintas partes del mundo que se encontraron en estas tierras para ir tejiendo una mentalidad, una forma de ser y una manera de pensar propia en un tiempo y en un lugar.
Aborígenes, españoles, africanos y más tarde árabes, chinos y de otras partes se juntaron en este suelo y le fueron dando formas a un proyecto de nación que logra su madurez en 1844 con la acción patriótica del 27 de Febrero iniciada en la Puerta de la Misericordia con el trabucazo de Ramón Matías Mella, temprano en la mañana, para continuar con la entrega de las llaves de la ciudad por parte de las autoridades de ocupación haitianas en la Puerta del Conde.
Transitando acontecimientos anteriores, hechos y circunstancias de diferentes naturaleza, el hito de la Independencia conjuga todos esos esfuerzos acumulados. No obstante, el 27 de febrero de 1844, los factores tanto internos como externos se articularon y se produjo el hecho que hoy conmemoramos con gran festejo y alegría.
Muchos estudiosos de la historia entienden que sin identidad no hay nación. Ese sentimiento de diferencia que genera el sentido de pertenencia a un suelo, una cultura, un grupo social y a un pasado histórico, solo es posible alcanzarlo cuando el principio de
alteridad, es decir yo en relación a los demás, ha terminado de formarse en un conglomerado, dando paso al principio de diferencia.

Los toros del Cristo de Bayaguana

El 28 de diciembre y días antes llegan a la comunidad de Bayaguana feligreses desde distintos puntos del país para celebrar la peregrinación del Cristo de Bayaguana.

La particularidad de esta celebración estriba en la donación de reses a la iglesia de Bayaguana, y esta entrega tiene por función, además de una ofrenda por devoción al Cristo, ayudar al mantenimiento de las actividades de la iglesia.

La tradición se remonta a la época colonial ligada a las comunidades de Bayajá y Yaguana, incendiadas durante las devastaciones de Osorio en los año de 1605 y 1606. La devoción al Cristo estaba relacionada con el  encuentro en las costas del norte de la isla, de la imagen en madera de Cristo , por parte de un niño, hecho considerado milagroso.

Trasladadas las comunidades a esta parte de la isla, trajeron consigo el Cristo, el cual fue fundido en una masa de metal,  producto del dinero de las ofrendas, cayendo éste extrañamente en un punto que resultó ser el lugar donde se construyó la antigua iglesia de Bayaguana.