El pasado domingo 4 de marzo del 2012 observé el desfile de carnaval
en mi condición de jurado. Muchas cosas como ¨pendenciero¨ de tan espectacular
manifestación de cultura popular, podría comentar y reflexionar.
Primeramente se hace evidente un esfuerzo por consolidar
nuestro carnaval desde la acera de los grupos carnavaleros portadores de tan
vieja tradición. Insisto, no obstante, en la necesidad de fortalecer ciertos
marcos formativos entre gestores culturales, carnavaleros propiamente y otros
sectores más involucrados en la responsabilidad de crear comparsas o mantener
la asiduidad de otras.
Veo a veces un divorcio marcado entre la temática escogida
como motivo de la comparsa, con los contenidos presentados sobre todo en lo
concerniente a los renglones históricos, tradicional y creatividad popular.
Por momento da la impresión que desconocemos el mensaje que
queremos enviar. Posiblemente la pobreza y postración en que se encuentra la
educación nacional, se refleje en esta dolencia que si bien el plano evaluativo
ha de considerar el escenario del carnaval y por tanto la flexibilidad del
mismo, no deja de ser preocupante desde una perspectiva critica que supone una
actitud de avance y mejoría de esta gran convocatoria entre quienes nos duele
con sentido investigativo y funcional, el carnaval dominicano.
Esta vez pudimos ver otro tema de conflicto que ha de ser
evitado para una sanidad del mismo, la participación de una comparsa de un
partido político, con su líder como participante, los colores del partido y sus
siglas. Jamás debió permitirse eso, los organizadores con quienes hablé no
estaban al tanto de lo sucedido, por tanto dejamos
el hecho a una malsana instrumentalizacion política,
consciente de quienes así actuaron, pero desacertada en su impacto y como
iniciativa de ese tipo de convocatoria.
El carnaval debe dejarse al talento, creatividad y
espontaneidad del pueblo, sabiendo que es una manifestación de altísimo
contenido político y de critica y sátira al funcionamiento de la sociedad, pero
nunca partidaria, cuidado con eso.
Igualmente impactante y cuestionadota para mí resultó la
participación de una comparsa de un
movimiento cristiano, cuya forma de participación se alejó de lo que
muchos llamamos, el lenguaje del carnaval. Si bien es cierto que hay comparsas
de la religiosidad popular y temas religiosos como parte de las comparsas que
siempre han participado en el carnaval, no menos cierto es el hecho de que su
participación se ha inscrito en un ambiente de sátira, critica a lo
establecido, música, alegría, colorido, danza, etc.
La participación de la comparsa El Arca de Noe, se alejaba
de ese lenguaje y se adscribía a su rutinaria manera de ver el mundo, mientras
que el carnaval es una negación de lo establecido, es una inversión del mundo,
al menos mientras dure la festividad.
Un exceso de democratismo podría contaminar el espacio de
libertad y catarsis que representa el carnaval, es por ello que advierto a los
organizadores, prestar atención de tales medidas sin que ello signifique
coartar el derecho y la apertura del carnaval, pero sabiendo que su
participación se ha de inscribir en determinados parámetros, so pena de
convertirlo en un desfile de temas y propuestas sociales y entonces pierde su
naturaleza de fiesta de la carne, la lujuria, lo controversial y lo satírico y
podría pierde su función social terapéutica.
Finalmente, nos preocupa la absorción de los Alí baba en
cuanto a la música del carnaval que termina tragándose las otras inspiraciones,
coreografía y comparsa, fenómeno que viene de lejos y cada vez adquiere mayor dimensión
con la salvedad que podría desplazar otras variadas expresiones creativas
populares.
Lo grave de esto es que observo una tendencia en la capital
hacia el desplazamiento de comparsas tradicionales como la de los diablos
cojuelos, por formas de Alí baba y otras comparsas de fantasías que lentamente
se van haciendo dominantes en la participación de las distintas zonas de la
capital, empobreciendo su riqueza y diversidad.
Diablos cojuelos de la capital. |
Como también es de rigor dar seguimiento a los carnavales
que se desarrollan en distintas partes del país algunos de los cuales ni tienen
el tiempo necesario, ni la tradición requerida, ni el contagio debido entre sus
gentes. Asumido como tarea por gestores culturales lo cual es encomiable, no
deja de preocupar que algunos de estos carnavales arrancan bien y luego se
empobrecen. Otros como Barahona y San Juan de la Maguana se transforman en
verdaderos hervideros de creatividad y talento compitiendo con los mejores del país
en calidad y diversidad. Sin embargo sigo creyendo que debemos prestar atención
a estos casos pues no siempre resultan factibles, aunque en los casos que sea
pertinente, ayudarlos a desarrollase.-
Carlos Andujar
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