Carlos Andújar
Persinal
La cultura es una manera particular
de expresar un estilo de vida de un grupo humano determinado. Sus hábitos
alimenticios, danza, música, lengua, creencias, mundo lúdico, vestimenta y
adornos, entre otras cosas, son la cédula de identidad que lo distancia de unos
y los acerca a otros grupos.
En todo ese inventario de detalles
encontramos los gestos y formas de participación corporal en la interacción
humana. Así pues, la risa, la salutación, el enojo, las formas de caminar,
bailar, conversar, comer, discutir o simplemente expresar una reacción o estado
anímico ante un hecho acaecido, formaría parte de un rasgo de identidad
particular de una población.
Arrastrar los pies al caminar, se
convierte sin quererlo en un signo distintivo de la mujer dominicana. El cuadre
o postura estilística al caminar, es un esfuerzo que se gana desde temprana
edad entre los hombres dominicanos como parte de un estilo propio de
impresionar al otro (sobre todo a las mujeres), al mismo tiempo que se define
la personalidad adulta, que debe ir acompañada de un estilo varonil y seductor
a la vez.
El enfado nuestro, se representa en
una gesticulación violenta de manos y brazos, pasando por un gruñido de las
cejas, un movimiento brusco de cabeza, hasta la no menos expresiva extensión de
labios.
La indiferencia o el desinterés, se
hace evidente encorvando los hombros hacia arriba, con los brazos caídos; pero
si por el contrario, los brazos están abiertos y hacia arriba, es expresión de
enfado, desafío o esperanza, según se exprese el rostro.
Una conversación normal, se lleva a
cabo en compañía de manoteos, movimientos de brazos, más cercano a una
confrontación, que a lo que realmente es: una conversación. Asi mismo, el
contorneo del cuerpo en la mujer dominicana, nos refiere más a un concurso de
pasos y cuadres (esta vez femeninos) que a una necesidad de desplazamiento
natural, sin contar el altísimo contenido seductor y sensual que le acompaña.
La alegría y el dolor, se hacen
presentes como en otras culturas, pero bajo el impresionante manto del gesto de
manos, cruce de éstas y toque de hombros con las manos; sabemos que en otras
culturas, al saludarse se intercambian dos besos de mejilla (los franceses) y
en otras partes del mundo, los hombres se abrazan y se dan sendos besos de
mejilla, cosa que aquí causaría furor en el mundo masculino.
La melancolía y la preocupación se
suele relacionar con el constante deslizamiento de la mano sobre la cabeza. Así
como la mano en la cintura, le transmite al niño (a), un castigo con el
cinturón (pela), el levantamiento del dedo pulgar es éxito, pero al revés es
fracaso.
Las dos manos sobre la cabeza,
espanto, asombro, estupor y casi siempre acompañada de otras expresiones de la
cara.
Otros gestos y movimientos de manos,
brazos, ojos, insinúan códigos eróticos, inadecuados o simplemente vulgares.
Sin embargo, el gesto
particularmente nuestro y que mas nos caracteriza a propósito de la relación
entre gestualidad y cultura, es aquel que hacemos cuando algo nos da igual o
somos indiferentes, se mueve al mismo tiempo la cabeza hacia arriba y algo
arqueada y los labios hacia delante.
Es por todas éstas razones y otras
tantas que aquí no están, pero que existen, que la antropología presta atención
a los gestos como parte de un código visual de comunicación empleado por los
seres humanos y a los cuales cada cultura impregna su signo propio de
identidad, como es notorio en la cultura dominicana.
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