jueves, 12 de enero de 2012

Gestualidad y dominicanidad



Carlos Andújar Persinal
La cultura es una manera particular de expresar un estilo de vida de un grupo humano determinado. Sus hábitos alimenticios, danza, música, lengua, creencias, mundo lúdico, vestimenta y adornos, entre otras cosas, son la cédula de identidad que lo distancia de unos y los acerca a otros grupos.
En todo ese inventario de detalles encontramos los gestos y formas de participación corporal en la interacción humana. Así pues, la risa, la salutación, el enojo, las formas de caminar, bailar, conversar, comer, discutir o simplemente expresar una reacción o estado anímico ante un hecho acaecido, formaría parte de un rasgo de identidad particular de una población.
Arrastrar los pies al caminar, se convierte sin quererlo en un signo distintivo de la mujer dominicana. El cuadre o postura estilística al caminar, es un esfuerzo que se gana desde temprana edad entre los hombres dominicanos como parte de un estilo propio de impresionar al otro (sobre todo a las mujeres), al mismo tiempo que se define la personalidad adulta, que debe ir acompañada de un estilo varonil y seductor a la vez.
El enfado nuestro, se representa en una gesticulación violenta de manos y brazos, pasando por un gruñido de las cejas, un movimiento brusco de cabeza, hasta la no menos expresiva extensión de labios.
La indiferencia o el desinterés, se hace evidente encorvando los hombros hacia arriba, con los brazos caídos; pero si por el contrario, los brazos están abiertos y hacia arriba, es expresión de enfado, desafío o esperanza, según se exprese el rostro.
Una conversación normal, se lleva a cabo en compañía de manoteos, movimientos de brazos, más cercano a una confrontación, que a lo que realmente es: una conversación. Asi mismo, el contorneo del cuerpo en la mujer dominicana, nos refiere más a un concurso de pasos y cuadres (esta vez femeninos) que a una necesidad de desplazamiento natural, sin contar el altísimo contenido seductor y sensual que le acompaña. 
La alegría y el dolor, se hacen presentes como en otras culturas, pero bajo el impresionante manto del gesto de manos, cruce de éstas y toque de hombros con las manos; sabemos que en otras culturas, al saludarse se intercambian dos besos de mejilla (los franceses) y en otras partes del mundo, los hombres se abrazan y se dan sendos besos de mejilla, cosa que aquí causaría furor en el mundo masculino.
La melancolía y la preocupación se suele relacionar con el constante deslizamiento de la mano sobre la cabeza. Así como la mano en la cintura, le transmite al niño (a), un castigo con el cinturón (pela), el levantamiento del dedo pulgar es éxito, pero al revés es fracaso.
Las dos manos sobre la cabeza, espanto, asombro, estupor y casi siempre acompañada de otras expresiones de la cara. 
Otros gestos y movimientos de manos, brazos, ojos, insinúan códigos eróticos, inadecuados o simplemente vulgares.
Sin embargo, el gesto particularmente nuestro y que mas nos caracteriza a propósito de la relación entre gestualidad y cultura, es aquel que hacemos cuando algo nos da igual o somos indiferentes, se mueve al mismo tiempo la cabeza hacia arriba y algo arqueada y los labios hacia delante.
Es por todas éstas razones y otras tantas que aquí no están, pero que existen, que la antropología presta atención a los gestos como parte de un código visual de comunicación empleado por los seres humanos y a los cuales cada cultura impregna su signo propio de identidad, como es notorio en la cultura dominicana.

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