Una cultura urbana que se anida
Las
transformaciones sociales que vive la sociedad dominicana en todos los aspectos
de la dimensión social y cultural es notable en las modalidades y estilos de
vida que acompaña a la ciudad de Santo, que sigue siendo la de mayor impacto
social y cultural del país.
No solo los
graffittes son un símbolo urbano presentes en la ciudad de Santo Domingo, sino también
los desplazamientos en las convocatorias y encuentros sociales que cada fin de semana
y hasta los días comunes de la semana, es posible observar en los Centros y
Plazas Comerciales cada vez mas concurridas y visitas por distintos públicos,
dominantemente jóvenes.
La música y
formas de diversión expresan otras experiencias, otras visiones y otros gustos.
Lógicamente que hay en todo esto también una impronta social y de clase
evidente y que refleja precisamente estos procesos de exclusión pero igualmente
cercanos a esta nueva cultura urbana que domina la sociedad actual,
Posiblemente convocados
por el celular estos jóvenes han ido ganando espacio social y la ciudad se
define a partir de sus intereses comunes y generacionales.
La ciudad lleva
un ritmo metamórfico que a veces asusta, en su paisaje urbanística,
arquitectónico, y de socialización. Nos preocupa sin embargo, que este
avasallante e improbable detenimiento de cambios, no sugiere en nosotros
temores, cada generación es hija de sus utopías y expectativas y le impregna a
la sociedad, sus estilos y grupos y mundo cultural, su manera de asimilación
del referente histórico, social y cultural de su contemporaneidad, a veces lo
que se divorcian, son las generaciones en la forma en que estos son no solo
interpretados sino, y sobre todo, explicados.
La visión de que
estos jóvenes no tenían sueño, se opuso la ocasión de la demostrabilidad y
desde la ciudad de Santo Domingo y Santiago, se levanto un movimiento social
urbano, citadino, de reafirmación de una pertenencia y defensa capaz de frenar
la razón de Estado.
Desde las
ciudades se experimentan alteraciones del patrón de vida y al mismo tiempo nos
indica un dominio eminentemente urbano de las ciudades, que nos obliga a
pensarla como laboratorio de los desafíos del porvenir.
Concentrando la
mitad de la población del país, Santo Domingo y Santiago, son espacios de vida
que marchan a contrapelo de las amenazas sociales, de los traspiés de la política,
del atraso social de una vida urbana moderna, de espacios públicos
agradables de descanso espiritual.
Cultura a ritmo
acelerado, la ciudad de Santo Domingo, mas que Santiago, se compromete cada día
a ser vida en su propia densidad, en su mismicidad poética desplazada por una
cotidianidad e inmediatismo tercermundistas, que oculta sus secretos y nos
convoca a descubrir su encantos y vivirla, a contrapunto de la modernidad, en
una postmodernidad cosmopolita y atemporal.
© Carlos Andujar
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