viernes, 5 de mayo de 2017

Integración y cultura en el Caribe


Carlos Andújar Persinal
Página editorial periódico El Caribe
sábado 15 de julio de 2000

El tema de los bloques de integración regionales es materia de discusión y de agenda de los principales gobiernos del mundo y el Caribe no escapa a ello.

Es incuestionable el valor que tiene para la economía de nuestros países la creación y/o participación en un bloque regional que unifique nuestras economías, mercados, precios para que de esa manera podamos colocarnos en mejores condiciones de negociación con las grandes economías mundiales, sobre todo, la norteamericana.

En el caso dominicano, yo pienso que debemos partir, de lo particular a lo general, es decir, de Haití que es lo más cerca que tenemos, para luego seguir con otras islas caribeñas, que nos resulten más beneficiosas. No podemos saltar a un bloque regional global, que por ambicioso, dificulte los éxitos parciales, graduales, pequeños, hasta lograr beneficios más sustanciales.



Sin embargo, hasta un tema que podría resultar  de interés para las fuerzas productivas dominicanas como es la penetración, por parte de nuestros empresarios y hombres y mujeres de negocios, al mercado haitiano, vemos como se diluye en la incapacidad de este sector productivo en ganarse esa plaza comercial, profundamente deprimida por las razones internas de todos conocidas.

Pero yo creo que al mismo tiempo de ser una falta de visión de los inversionistas nacionales, queda un rastro de prejuicimiento, no solo en los empresarios privados, sino también, desde la gestión del Estado dominicano, que no ve con beneplácito entrar en acuerdos comerciales claros con el gobierno haitiano.

Posiblemente, pese tanto más el tema del prejuicio contra Haití, que las ventajas que podríamos obtener con dichas iniciativas comerciales. Pero, es lógico que pensemos primero, ante cualquier proceso de integración o creación de bloques regionales, comenzar por lo que tenemos más cerca.

Es cierto que la economía haitiana no tiene la fuerza que podría pensarse, debe tener una economía con la cual podríamos iniciar negociaciones de este tipo. Sin embargo, lo positivo, en el caso haitiano, es la virginidad de su mercado, es aún cautivo para ser grandemente explotado.

Por eso pienso que pesa mucho el discurso de diferenciación que ha marcado las relaciones entre ambos países. Porque nadie cuestiona lo poco que Haití podría transferirnos en términos de mercancías, pero tampoco nadie cuestiona los beneficios que podría generar su mercado desvalido, ausente de todo tipo de bien de consumo, que puede ser suplido por la producción nacional.

En las políticas de integración y creación de bloques comerciales, también se puede aprovechar las oportunidades que brindan en esas economías, aquellas a las que se pueda suplir para bien de la economía nacional.

Se podría pensar que la integración con el bloque regional caribeño completo es más ventajosa para la economía nacional. Pero esto presenta ciertos escollos: el nivel de competitividad es más exigente, los beneficios marginales son a más largo plazo, podríamos ser penetrados por otros mercados; todo ello no es malo, pero exige un mayor nivel de templeza y disciplina de la economía dominicana, que no tenemos en estos momentos.

Pero, tampoco es fácil desarrollar una política de integración en la región caribeña, obviando los problemas de percepción que persiste todavía entre sus pobladores y principales hombres y mujeres de negocios y de Estado.

Estos problemas de percepción tienen que ver con las dificultades de unificar una identidad caribeña al margen de los procesos sociales, históricos y políticos. Sin olvidar que aún estamos marcados por esas fragmentaciones de nuestro pasado colonial, que ha divido el Caribe en una región anglófona, francófona e hispanohablante.

Sin un conocimiento de la realidad histórica, cultural y social de cada uno de los países que formarían parte de ese bloque regional, los alcances de esa integración serán parciales. Los pueblos deben tener un mínimo de conocimiento acerca de sus realidades

Como consecuencia de estas verdades, hemos insistido en la necesidad de agendar el intercambio cultural como parte de las prioridades de los bloques de integración regional.

Las características de los bloques regionales, no presenta una simple y fría necesidad comercial, también se dan otros factores de mancomunidad y similitudes, que pueden hacer más fácil el impulso de la propuesta integracionista.


Por tales motivos, inicié estos comentarios, haciendo referencia a la familiaridad y vecindad con Haití. Debemos fortalecer, en el plano del intercambio pues, el mercado más cercano, acercarnos a su historia, su cultural. Es innegable que este esfuerzo fortalecería los planos del intercambio comercial y de gobierno a gobierno, además, entre los pueblos protagonistas del hecho comercial.

En una etapa posterior, o al mismo tiempo, debemos fortalecer los vínculos desde la misma visión, con las demás islas caribeñas, siempre con la idea de que además de lo comercial, debemos acercar a nuestros pueblos, alejados por razones históricas.

Es lamentable que los gobiernos caribeños se preocupen poco por tomar iniciativas a los fines de romper los localismos isleños, que se convierten en los más cerrados de todos. Pero esta tarea no es solo de los gobiernos, lo es por igual de los intelectuales, las universidades, los grupos culturales.

El Caribe, que tiene razones suficientes para convertirse en una síntesis cultural del mundo, por tener en su seno grupos étnicos de procedencia diferentes, no logra, contradictoriamente, superar su aislamiento, por lo que se hace impostergable iniciar un nuevo milenio, teniendo como meta el acercamiento cultural, como parte de una de las prioridades de las discusiones de la integración económica regional.


 El tema de las identidades caribeñas podría ser materia de una nueva entrega, por la madeja que se desprende del tratamiento detenido y meticuloso de sus implicaciones, tanto como parte de las complejidades dentro de las políticas de integraciòn, como en las relaciones mismas de estos pueblos.

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