jueves, 4 de mayo de 2017

Paladar y cocina. Cultura y biología


Por muchas razones, la antropología como ciencia de la cultura le ha prestado singular importancia a la comida y a la cocina como ritualidad social, expresión de placer, arte y valor gustativo, además del puro hecho de su valor reproductora como fuente alimenticia.
Precisamente ese valor gustativo está relacionado a lo que denominamos cultura y biología, la relación intrínseca entre lo preparado como sabor que construye a su vez un palada, un gusto, en que se combina en ello la flora y fauna del entorno, las especies, olores, aceites, raíces y otros ingredientes hasta llegar a la exacta combinación que produce un sabor particular que ya es de hecho cultural y todo ello termina por delinear una manera de hacer y combinar, plantas, especias, cocción y tiempo y manera de preparación.
Es esta ritualidad que se concreta en un paladar que convierte un plato en parte de la cocina de un grupo. Lo individual no es culinario de un grupo sino aquello que al socializarse y colectivizarse, es validado por el grupo, demandado por este y preparado con una receta normalmente oral, en la que ha de expresarse el gusto del conglomerado, a través del paladar que es su medición expedita.
Si bien es cierto que en la preparación de la cocina el individuo trasluce su creatividad, su ingenio propio, su manera de hacer, dándole un toque particular a lo que ya existe en el imaginario del grupo, sin embargo, lo colectivo es lo que termina imponiéndose. U no puedes hacer un locrio como tu quieras, al margen del modelo socialmente existente.
Ahora bien, cómo se expresa la validación social de la cocina, que no sea a través del paladar, lo cual es profundamente biológico pues es una construcción físico-sensorial, por lo tanto en el proceso de transformación de los alimentos hasta convertirse en comida, se conjugan dos factores: la cultura en la espontánea y creativa actividad de seleccionar y combinar las fuentes de alimentación, vegetal o animal, y luego, en el arte de seleccionar con cuales otras hierbas,  plantas y raíces combinarlas y de qué manera producir ese proceso de mezcla o conjunción de sabores que culmina en un plato determinado.
A estos pasos selectivos y procesuales le llamamos cocinar, para la antropología esta parte constituye un primer rito para decirlo de alguna manera, pues una vez cocido el plato viene el marco sociocultural que impregna la cocina como manifestación social. Una asegunda ritualidad, la sociocultural, es decir los contextos sociales y culturales en que se consumen estos platos de la cocina de un país y su vinculación social, en muchos casos inevitables en que un plato de la cocina dominicana por ejemplo el sancocho, casi siempre guarda relación con determinados acontecimientos trascendentes lo cual le transfiere al mismo un carácter de ritualidad social.
No obstante, de lo que se trata aquí es de relacionar estos platos, ritualizados o no, convencionales o majestuosamente elaborador con un paladar social que sirve de patrón o juez para aprobar o reprobar la calidad de la cocina. Es la cocina un patrimonio inmaterial porque sus técnicas de fabricación, recetas, combinaciones y hasta los trucos y secretos del chef o del grupo familiar, se conservan en la memoria del grupo y su aprendizaje de una generación a otra, es a través de la oralidad familiar.
 Aunque existan las recetas escritas, cocinar se aprende cocinando y obviamente sin vocación y deseo, no de comer, sino de comer bien, no es posible lograr una buena combinación, porque como pare de esa relación entre cultura y biológica en la culinaria, la preparación de la cocina influye, hasta en el estado anímico del cocinero y cuando psíquicamente no está relajado, mejor es no cocinar, ya que el producto final reflejará el estado anímico de quien la produce.-




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